La fibrilación auricular (FA) es el trastorno del ritmo cardiaco más frecuente y un importante factor de riesgo para el accidente cerebrovascular isquémico. Para su prevención se utilizan los fármacos anticoagulantes. Hasta ahora, los anticoagulantes utilizados son los antagonistas de la vitamina K (acenocumarol o warfarina). Sin embargo, estos medicamentos tienen una serie de inconvenientes como su estrecho rango terapéutico y la necesidad de un seguimiento regular de su efecto anticoagulante.
Recientemente se han desarrollado nuevos fármacos anticoagulantes como son los antagonistas directos de la trombina como el dabigatrán o los inhibidores del factor Xa como rivaroxaban, apixaban, betrixaban y edoxaban.
Estamos asistiendo a un avance muy importante en el tema de la anticoagulación oral, con la aparición de varios fármacos que actúan directamente sobre la trombina (dabigatran) o sobre el factor Xa (rivaroxaban, apixaban, betrixaban y edoxaban). Estos nuevos fármacos superan los inconvenientes que plantea la anticoagulación oral con los antagonistas de la vitamina K, ya que su efecto es predecible, no precisando controles y ajuste de la dosis, ni tampoco presentan las interacciones con alimentos u otros fármacos
En pacientes con FA no valvular, los resultados de los ensayos clínicos con los nuevos anticoagulantes muestran que son no inferiores a la warfarina para la prevención del ictus y el embolismo sistémico. Aunque no es necesario vigilar la intensidad del efecto anticoagulante mediante el INR, en la práctica clínica los pacientes tratados son personas de edad avanzada, a menudo frágiles, que reciben numerosos medicamentos, y con un riesgo elevado de interacciones farmacológicas y efectos adversos, especialmente hemorragias. Por lo tanto, los pacientes tratados con estos fármacos también deben ser visitados periódicamente. No se conoce su efectividad en la práctica clínica, y los datos procedentes de las alertas sobre hemorragias en pacientes con insuficiencia renal invitan a la prudencia. Dado que no se dispone de una prueba de laboratorio que informe sobre la intensidad de su efecto anticoagulante, no se puede conocer con una prueba sencilla el grado de anticoagulación, así como el cumplimiento del tratamiento. La falta de antídoto en caso de hemorragia grave o de necesidad de intervención urgente son otras cuestiones por
resolver. Para el tratamiento inicial de los pacientes con FA, los anticoagulantes antagonistas de la vitamina K se siguen considerando de elección. Los nuevos anticoagulantes podrían ser una alternativa para los pacientes que no hayan alcanzado valores regulares (entre 2 y 3) del INR en más de un 60% de las determinaciones a pesar de un buen cumplimiento del tratamiento, y para los que presentan alergia o intolerancia a los efectos adversos de los anticoagulantes antagonistas de la vitamina K.
La introducción de nuevos fármacos implica incertidumbre sobre su seguridad a largo plazo, por lo que se debería realizar una evaluación cuidadosa de su eficacia y su toxicidad en la práctica real.
Fuente: Sociedad Española de Cardiología.